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El Malpaís de Güímar, un jardín en la lava del volcán

El Malpaís de Güímar, un jardín en la lava del volcán

En el sureste de Tenerife se encuentra un lugar de gran valor para el patrimonio natural de Canarias: el Malpaís de Güímar, situado en la costa del valle de mismo nombre. Constituye una armoniosa coexistencia entre la áspera geología volcánica y un tipo de vegetación singular adaptado a vivir en condiciones adversas.

Empecemos por explicar que es un malpaís. En Canarias denominamos así a las coladas de lava; seguramente debido a las dificultades del terreno para la actividad humana, para el tránsito por ellos, para el aprovechamiento ganadero y la imposibilidad de su uso agrícola. Las plantas silvestres que albergan, cuando estos flujos lávicos están situados a baja altitud, no han sido muy apreciadas hasta tiempos recientes y quizás por eso frecuentemente denominadas «matos de costa». Intentaremos en las próximas líneas contribuir a cambiar esa visión y a divulgar los valores naturales de este valioso y singular enclave de nuestro territorio insular.

El Malpaís de Güímar ha sido protegido en virtud de la legislación canaria para espacios naturales con la categoría de Reserva Natural Especial debido a su buen estado de conservación y por el hecho de albergar una muy buena muestra de un ecosistema particularmente representativo de las zonas bajas de Canarias, así como elementos del patrimonio geológico ligados al vulcanismo cuya preservación es de interés general. También cuenta con la clasificación de LIC (Lugar de Interés Comunitario) por la importancia de su naturaleza a nivel europeo.

Vista del Malpaís de Güímar con Montaña Grande al fondo

La Montaña Grande de Güímar, un cono de 276 m de altura con un cráter de 300 m de diámetro, es el accidente geográfico más destacado del lugar y un buen ejemplo de volcán estromboliano; es decir muy similar al existente en la isla italiana de Stromboli. Se caracteriza por una erupción poco violenta y de afección únicamente local, con producción de explosiones, cenizas y piroclastos pero en magnitudes moderadas. Estos volcanes generan coladas de lava basáltica relativamente espesa pero variable en su viscosidad. En el caso de Montaña Grande el volcán, datado en unos 10.000 años como máximo, derramó su flujo lávico en forma de abanico hacia el mar. Predominan las lavas de tipo «AA» (son densas y generan la orografía tan abrupta que caracteriza a los malpaíses) pero también hay del tipo pahoehoe; mucho menos rugosas por provenir de lavas más fluidas. Los pliegues de estos flujos generan lo que se conoce como lavas cordadas por efectivamente tener el aspecto de cuerdas. También de gran interés es una red de tubos volcánicos; el mayor de ellos (Cueva Honda) alcanza una profundidad de unos cien metros y cinco metros de alto en algunos puntos. Cuando en algunos casos, por efecto de la gravedad, el techo de estas cuevas se desploma, se crea una abertura conocida como jameo.

También la flora de este enclave en el sureste de Tenerife es de sumo interés. Empecemos por referirnos a la más próxima al mar. Se llaman plantas halófilas (amigas de la sal) aquellas que tienen una

Salado blanco

mayor tolerancia a la influencia marina, en particular al salitre. Viven en la banda de terreno más inmediata al litoral; en lo que también se conoce como el cinturón halófilo costero. Algunas de sus especies más representativas son la mata brusca negra (Salsola divaricata), el tomillo marino (Frankenia ericifolia), la lechuga de mar (Astydamia latifolia), la siempreviva (Limonium pectinatum) y la uva de mar (Tetraena fontanesii), entre otras.

Romero marino (Campylanthus salsoloides)

Otros vegetales crecen especialmente bien en terrenos arenosos; son las plantas psamófilas (amigas de la arena). Entre ellas se encuentran el salado blanco (Schyzogine sericea), la hierba camellera (Eliotropium ramosisiimum) y la citada uva de mar. Se las encuentra en algunas zonas de arena clara organógena y pumítica del litoral o en las arenas basálticas del interior.

 

Mención especial merece un tipo de vegetación único en Europa y del que el Malpaís de Güímar contiene un magnífico ejemplo: el cardonal tabaibal; llamado así por la presencia de forma notable de determinadas especies arbustivas: el cardón (Euphorbia canariensis), la tabaiba amarga (Euphorbia lamarkii) ) y la tabaiba dulce (Euphorbia balsamifera). Esta última especie es dominante en primera línea de costa mientras que el cardón abunda más en el interior del malpaís, donde el grado de humedad es un poco mayor y hay un menor influjo de la maresía. Este arbusto, cuyo aspecto recuerda al de las cactáceas aunque no lo sea, es endémico de Canarias.

Cardón (euphorbia canariensis)                           Tabaiba dulce (euphorbia balsamifera)

No pocas especies de plantas del malpaís son exclusivas de nuestro archipiélago, así ocurre también con el romero marino (Campylanthus salsoloides), la leña buena (Neochamaelea pulverulenta), el balillo (Sonchus microcarpus) y el cardoncillo grís (Ceropegia fusca), entre otras. Todas estas plantas, en mayor o menor medida y de diversas maneras, se han adaptado a un clima seco, de escasas precipitaciones y de abundante insolación.

Oruga de la esfinge de las tabaibas

Es necesario también referirse a la fauna, aunque sea brevemente. Si bien el mundo animal en el malpaís pasa con frecuencia desapercibido, no carece de interés. Entre los invertebrados son numerosas las especies endémicas, particularmente entre los insectos; algunos tan singulares como la esfinge de las tabaibas (Hyles euphorbiae tithymali), una hermosa mariposa nocturna cuyas vistosas y grandes orugas no resultan difíciles de ver sobre las tabaibas si miramos bien. Más discreto, el longicornio del cardón (Lepromoris gibba) hace su vida en ésta y otras especies de euphorbias. Tres especies de reptiles -todas ellas endémicas- tienen presencia constante en el malpaís: la lisa común(Chalcides viridanus), el perenquén de Delalande (Tarentola delalandii) y el lagarto tizón (Gallotia galloti); aunque sólo este último es frecuente de ver . De las diversas especies de aves que con mayor o menor frecuencia pueden ser vistas en el malpaís son especialmente representativas el cernícalo vulgar (Falco tinnunculus), la curruca tomillera (Sylvia conspicillata) y el bisbita caminero (Anthus berthelotii); esta última especie exclusiva de Canarias, Salvajes y Madeira.

Restos de salinetas en la costa del Malpaís

Si bien, como se ha dicho, el Malpaís presenta unas condiciones muy inhóspitas para las actividades humanas tradicionales, hay una que merece ser mencionada pues se conservan de ella interesantes restos de valor etnográfico: las pequeñas salinas o salinetas que hay en la costa a muy poca distancia de la localidad del Puertito de Güímar. Este aprovechamiento de carácter artesanal nos indica la importancia que tuvo la sal en el pasado, no solo como condimento sino especialmente para conservar los alimentos en una época en que las neveras o no existían o eran un lujo al alcance de pocos.

Durante la reciente historia del Malpaís se han producido acontecimientos que amenazaron su existencia y otros que han asegurado su conservación. Llegó a valorarse este lugar para la posible construcción del aeropuerto del sur, en lugar de la localización finalmente escogida. Hasta no hace muchos años se conservaba una pequeña construcción relacionada con la medición del viento que fue realizada durante ese estudio de viabilidad. Más real fue la amenaza de la ampliación del existente Polígono Industrial de Güímar hacia el sur, afectando a la superficie ocupada por el Malpaís, lo cual felizmente no llegó a ocurrir.

Ya desde los años setenta del pasado siglo desde el ámbito científico se expresó la importancia de asegurar la conservación de este enclave rocoso y subdesértico. Finalmente la preservación de una gran porción del Malpaís llegó en 1987 con la primera ley canaria de espacios naturales protegidos que lo calificó como Paraje Natural; figura de protección que fue cambiada por la de Reserva Natural Especial con la ley de espacios naturales de 1994. Sin embargo, algo quedaba por hacer; asegurar la preservación de toda la extensión del Malpaís que había quedado fuera del área protegida. El esfuerzo realizado desde el mundo científico y ambientalista ha dado sus frutos con una ley autonómica de 2006 en virtud de la cual se ha ampliado la reserva natural desde las 290,3 ha iniciales a las actuales 435,5 ha , asegurando así la conservación para la totalidad del malpaís. Este es sin duda un ejemplo reconfortante de que como la voluntad de conservación de la naturaleza ha vencido sobre los peligros que la amenazaban.

Miguel Fernández del Castillo

Agradecimientos: a D. José García Casanova por aportar información relevante y bibliografía de interés.

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