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Los Dragos a lo largo de nuestra historia.

Los Dragos a lo largo de nuestra historia.

Que en las Islas Canarias hay una biodiversidad única en el mundo, con un elevado porcentaje de endemismos, es un hecho por muchos conocido. La variedad en ecosistemas sólo en la isla de Tenerife, es admirable: desde el perenne verdor de la Laurisilva, pasando por el imponente pinar, hasta la asombrosa exuberancia del bosque termófilo, y sin olvidar la resistente belleza de la vegetación inherente al Teide. No obstante, como guía de turismo, sigue sorprendiéndome el efecto que causa en propios y extraños un atractivo espécimen, que ni es árbol, ni es exclusivo de Canarias. Me refiero a nuestro querido y admirado drago. Su nombre científico, Dracaena draco, proviene de la mitología griega. Según ésta, Ladón, el dragón de cien cabezas, era el guardián del Jardín de las Hespérides, el huerto de la Diosa Hera que algunos sitúan en las Islas Afortunadas, nombre con el que se conoce a nuestras islas desde la Antigüedad. Ladón nunca dormía, custodiando las manzanas de oro, que otorgaban la inmortalidad a quien las comía. Fue Hércules, quien, encargado de robar dichos frutos, mata a Ladón con un certero flechazo. De cada gota de la sangre que brotó de sus heridas, nacen los dragones o árboles llamados dragos.

Drago de Socotra (iStock)

El nombre “draco” hace referencia al dragón, del grueso tronco crece un racimo de ramas retorcidas recordando las cien cabezas de Ladón. El nombre del género, Dracaena, procede del griego “drakaina”, que hace referencia a la expresión “sangre de dragón”, nombre que se daba a la savia del mismo, que al contacto con el aire se torna roja.

El Dracaena draco, es una planta endémica de la Macaronesia. Palabra procedente del griego (makáron = felicidad, nesoi= islas). Sin embargo, encontramos hasta seis tipos de Dracaenas, aparte de la Dracaena draco: Drago de Nubia (Dracaena ombet), Drago de Somalia (Dracaena schizantha), Drago de Socotra (Dracaena cinnabari), Drago de Saba (Dracaena serrulata) y Drago de Gran Canaria (Dracaena tamaranae).

Drago de Saba (Foto Juanjo Ramos)

Desde el siglo XVI se hace mención en diferentes documentos a la existencia del drago, y al uso que de él y de su savia hacían los aborígenes. Hay constancia de que la sangre de Drago se usaba para el embalsamado y tal vez el mirlado de algunos cuerpos. Tenía un enorme valor simbólico: “revitalizar” el cadáver que pierde o que ya no tiene sangre con esta otra sangre. También fue utilizada como tinte para pieles. Con la fibra del tronco, se hacían escudos de defensa bastante resistentes y pequeñas embarcaciones.

Es en este mismo siglo XVI, cuando el Bosco, pintaba un drago en una tabla de su tríptico “El Jardín de las Delicias”. No cabe duda de la admiración que, desde estos tiempos, causaba esta planta en toda Europa.

Drago de Gran Canaria (Foto: Magui Olangua)

 

Durante el siglo XVIII y el siglo XIX, muchos fueron los viajeros extranjeros que llegan a Tenerife, bien porque suponía un lugar de escala antes de continuar en sus viajes por el mundo, o bien, por ser el lugar de destino elegido para sus investigaciones. Entre ellos, es imposible eludir nombrar la visita en 1799 del naturalista prusiano Alexander Von Humboldt, que quedó maravillado con el Drago de los jardines de Franchy en la Orotava, ejemplar que se dice tenía unos 20 metros de altura, y que llegó a albergar un banquete para catorce comensales en el año 1792, en honor de la embajada inglesa. En 1819, un huracán destruye este drago, que sigue resistiendo hasta el año 1867, en el que cae definitivamente tras el embate de otro huracán.

Casi un siglo más tarde de la visita de Humboldt, es el viajero francés Jules Leclerq quien desembarca en Santa Cruz de Tenerife el 17 de Julio de 1879, y en su “Viaje a las Islas Afortunadas”, hace esta descripción del Drago de San Francisco, en la localidad de Los Realejos: “A unos pasos de la capilla se alza un magnífico drago a la sombra del cual se sentaban los guanches, pues la historia de la Conquista lo menciona. Con la ayuda de mi cuchillo practiqué una incisión en la corteza y ha hecho verter una savia roja que parecía de verdad la sangre de un animal. Bajo la corteza encontramos una sustancia blanda, blancuzca, análoga al espárrago. Su aspecto es extraño, se diría el de un enorme candelabro soportando un bosque de yucas. Es ciertamente uno de los vegetales más raros de la creación, algunos escritores y científicos han querido ver bajo su envoltura la imagen del dragón de fábula, guardián de las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides”.

Drago de Icod de los Vinos (Foto Moisés Pérez)

De las investigaciones sobre el Drago, realizadas por el botánico francés Sabine Berthelot, nos da buena cuenta el historiador y cronista portuense José Agustín Álvarez Rixo. En su “Disertación sobre el árbol drago”, Álvarez Rixo deja constancia sobre las investigaciones del francés acerca de esta planta y su forma de crecer, florecer y reproducirse, asegurando que el botánico no se equivocaba, ya que él mismo, para comprobarlo, había plantado 5 semillas de drago. Describe que le habían crecido dos, de las cuales, una, comenta con pena, le mataron los obreros, y la otra crecía con normalidad. Él va narrando el crecimiento y desarrollo de este drago, desde 1824 que los planta, hasta 1867 que un temporal de viento lo parte. En unos cuarenta años, su drago floreció dos veces, y bifurca otras tantas. Tras los años de sequía, parece florecer con mucha más fuerza, y se interpreta como augurio de un venidero año de lluvias. De no ser por el temporal de viento, quién sabe, el ejemplar hubiera llegado a nuestros días.

En pleno siglo XXI, las investigaciones acerca de las propiedades de la composición de la savia, con sus flavoninas, saponoides y chalconas, son esperanzadoras en la curación de algunas enfermedades o alivio de algunas dolencias, como las cardiovasculares, el colesterol o la leucemia, entre otras.

En definitiva, esta planta nunca dejará de sorprendernos, como lo hizo con nuestros antepasados. Realmente merece la pena invertir un rato de nuestro tiempo en contemplar los diversos ejemplares que podemos encontrar en nuestra isla, monumentales o no, centenarios o no. Sólo hace falta saber dónde y qué mirar, y para eso, estamos los guías de turismo.

Natalia Pou Fernández

 

Fuentes: Revista Rincones del Atlántico, varios ejemplares, disponibles en internet.

“Disertación sobre el árbol drago”, José Agustín Álvarez Rixo, 1842. Biblioteca de la ULL

https://www.biodiversidadcanarias.es/biota/especie/F01736


Mediante esta publicación, APIT Tenerife se hace eco de las investigaciones de sus asociados y apoya la generación de conocimiento por parte de sus guías de turismo asociados. No obstante, las opiniones vertidas por los autores de los artículos NO reflejan en modo alguno el posicionamiento de la Asociación. APIT Tenerife es una entidad apolítica, profesional e inclusiva que promueve el patrimonio canario de cualquier índole. En caso de querer aportar elementos al debate de las temáticas aquí tratadas, le invitamos a ponerse en contacto con su autor/a cuyos datos de contacto constan en la firma del artículo y en el listado de guías asociados.

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