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El puerto de la Cruz: algunas notas sobre el inicio del turismo de salud.

El puerto de la Cruz: algunas notas sobre el inicio del turismo de salud.

Escribir sobre este municipio,  es escribir sobre todo como enclave precursor del turismo de salud en Canarias. 

Cuando hoy “miramos” esta ciudad costera, antaño pueblo pesquero, poco podríamos imaginar que en sus edificaciones, calles y gentes se albergue un pasado tan peculiar.

Podemos empezar por la Plaza del Charco coronada por hermosos laureles de Indias, con el ejemplo en el establecimiento allí, de una de las primeras fondas; la arrendada por Pedro Aguilar que recibiría al político conservador francés el barón Gabriel Belcastel con su hija enferma de bronquios.

Por entonces los viajes y las estancias eran largas, y las curaciones solían ser de tipo respiratorio, y el caso de la hija de Belcastel, que permaneció en la fonda de Aguilar varios meses, fue muy popular por su fuerza de recuperación. Su despedida fue una fiesta muy recordada por los lugareños. Más aún fueron los elogios que ella misma le dedicaría a la isla, al Puerto de la Cruz y al valle de la Orotava en su viaje de vuelta, con su obra Les Îles Canaries et la Vallée d’Orotava au point du vue higienique et medical, París 1861. Sin lugar a dudas para su opinión, el clima jugaba un factor muy a favor en su curación. Así no es de extrañar los estudios en relación al clima que aportaron los investigadores Honneger; Öhrvall, o Bierman y que siguieron a los primeros aportados por el propio Belcastel.

El por entonces subdelegado de medicina y cirugía de las islas menores de las Canarias Occidentales Victor Pérez González, seguiría los pasos en esta dirección con su Climat de la Orotava o la Vegetation aux illes canaries en relación al clima y a las aplicaciones de plantas para uso medicinal natural. Este médico recibió numerosos reconocimientos europeos por sus obras, y en Canarias también, por su labor entonces en contra de la “fiebre amarilla”. De destacar fue la atención que dio a un ilustre viajero: el emperador Josef de Habsburgo, cuñado de la emperatriz austriaca Sissi, que también le daría fama a esta localidad, tras hacer escala en su viaje a México. 

A este médico se le honra una plaza, justo a un par de minutos a pie de la nombrada Plaza del Charco: la “Plaza de Victor Pérez”.  Le seguiría también en la misma profesión de médico naturalista su hijo: Jorge Pérez Ventoso que con su obra  A selection of botanical and other papers  tendría un papel relevante en Inglaterra, pues animaría a otros como Ernest Hart con su It’s physical practice and climatology   a dar a conocer la utilidad de las condiciones de la isla para el tratamientos de enfermedades como con la bronquitis, tuberculosis pulmonar, gota, reumatismo, etc.

Así Ernest Hart, “honoris causa” en su país,  escribiría A winter trip to the fortunate Islands y animaría a otros también a convertir a El Puerto de la Cruz en un verdadero laboratorio de salud. 

En vista de la fama, Hart se traslada para constatarlo, y se cerciora del éxito del primer hotel de salud recién abierto el 1de septiembre de 1886: Sanatorium u Orotava Grand Hotel con apenas 30 habitaciones (Hotel Martiánez más tarde).

A él le seguiría el Gran Hotel Taoro, gestionado más tarde como Hotel Kurhaus Humboldt  (en la foto inicial), hotel sanatorio que tan buena fama traería a los visitantes de habla alemana que se sumaba a la del desaparecido posteriormente Thermal Palace.

Thermal Palace

 

A los visitantes que no podían pagar estancias tan caras o no llegaban las plazas, se les establecía con fondas muchas veces gestionadas por enfermeras como en de la calle Cabeza o el Hotelito Sitio Cullen, los de la familia Fregel, en la calle Quintana, o los de la calle Zamora.  Al aspecto lúdico-sanitario se unían otros atractivos como las fuentes balnearios, la visitas a cuevas con embarcaciones o las excursiones al Teide. 

Este incipiente turismo de salud fue un acicate para la población local que aún vivía principalmente de la agricultura y de la pesca, pues necesitaba de un revulsivo para salir de la crisis y mejorar su calidad de vida, lastrada desde hacía ya una década por la reducción de grana, colorante natural del que se dependía, y que por entonces estaba siendo sustituida en toda Europa por uno sintético: la anilina. 

Sin lugar a dudas, naturalistas como Alexander von Humboldt, Sabino Berthelot, André-Pierre Ledru, Piazzi Smith, ayudarían en esta revolución, pues no hay que olvidar que cuando las islas estaban cubiertas de vergeles de frutales, viñedos y bosques templados, estos viajeros naturalistas ya habían empezado, con sus escritos durante sus escalas en Tenerife, a transmitir las claras ventajas de su clima benigno, de sus plantas y de sus gentes.

Christian Hernández Mentzel

Fuente: El turismo en la historia del Puerto de la Cruz a través de sus protagonistas. González Lemus Nicolás.


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