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Nuestras monarcas

Nuestras monarcas

Una maravilla de la naturaleza está aleteando por mi jardín. Es una viajera incansable, de un colorido llamativo y parte esencial de la naturaleza.

Hablo de la Danaus Plexippus, conocida como mariposa monarca. Muchos la conocen como la más viajera de todos los insectos. Necesita de tres generaciones para migrar desde México hasta Canadá. Esto lo hace cada año en Norte América, pero entonces, ¿qué hace en Canarias?

Pues, migró o se dejó llevar por vientos Atlánticos hasta la Península Ibérica y desde allí llegó a nuestras islas.

Monarca macho © Derek Ramsey
Monarca hembra © Kenneth Dwain Harrelson

 

No sabemos desde cuando se encuentra en Canarias pero datos de referencia sitúan su “descubrimiento” alrededor de 1880. Lo que sí se sabe es que su colonización se debe a causas naturales. Se sabe de cuatro colonizaciones en el mundo, pero la nuestra es estable y no migra a ninguna parte. Será porque aquí encuentra comida todo el año, ya que no hay heladas.

Esta mariposa se considera entre las mejores polinizadoras, en fase adulta, pero sus orugas se alimentan en exclusiva de una planta relativamente tóxica, la Asclepia. Esta planta tiene una savia lechosa que convierte a las orugas en venenosas para los pájaros.

La Asclepia curassavica es una planta decorativa traída en 1692 desde Sur América para jardinería, pero hay otras del mismo género que habrán servido como alimento de mariposas monarca también.

Asclepia (Asclepia curassavica)  © Patricia Little
Huevos de monarca en asclepia  © Patricia Little

Recomiendo a todos el cultivo de esta planta. Es fácil y como premio, tendrán una experiencia única de poder observar el ciclo vital de estas mariposas: las cuatro etapas.

El ciclo vital varia entre dos y seis semanas, siempre dependiendo de las condiciones meteorológicas y de la comida a su alcance. Las hembras ponen sus huevos muy pequeños en el envés de las hojas de asclepia. Al cabo de unos cuatro a siete días eclosionan y empiezan a devorar su planta favorita.

 

Las hembras no saben calcular cantidades, evidentemente, y a veces ponen tantos huevos que sus orugas comen hasta tallos, flores y cápsulas de semillas sin haber alcanzado su máximo tamaño para formar su crisálida. Muchas orugas mueren de hambre.

Estas orugas comen y crecen hasta llegar a medir unos seis centímetros. En este momento son muy bellas y coloridas, con rayas blancas, amarillas y negras con antenas negras. Muy interesante es el hecho de que al comer plantas venenosas, la oruga resulta venenosa también para depredadores. Para llegar a su máximo tamaño, en dos semanas, mudan su piel cuatro veces. La piel mudada la comen también. Ahora empieza la parte más fascinante de su ciclo: la transformación en mariposa adulta.

La oruga se aleja de su planta preferida, posiblemente para evitar ser comida por sus congéneres (esto no lo tengo muy claro). Teje con hilos de su seda un pequeño tallo desde el cual podrá colgar. Se cuelga boca abajo, en forma de J y a lo largo de doce a dieciséis horas forma la crisálida debajo de su piel, que mudará una última vez al terminar su nueva cubierta, una pupa de color verde esmeralda pálido. Allí dentro se forma la mariposa por la transformación que llamamos metamorfosis. Entre una y dos semanas después se obra el milagro. Cuando la mariposa esté casi formada dentro de la crisálida, se ven las alas a través de la piel. Al emerger de la crisálida, la mariposa bombea sangre en las alas, moviéndolas poquito a poco y esto también ayuda a secarlas.

Larva en “J” a punto de mudar piel y formar crisálida (izq) y crisálida (dcha).   © Patricia Little

 

¡¡¡ Y a empezar de nuevo !!!

Mi recomendación a todos es hacerse con unas plantas de asclepia en cualquier centro de jardinería. Son relativamente baratas y dentro de nada tendrán unos bellísimos visitantes revoloteando por su jardín. Otra recomendación sería eliminar la mitad de los huevos para que sobrevivan algunas orugas.

Con estos dioses del aire ayudaremos en la polinización de muchas otras plantas y en compensación, ellos nos alegrarán la vida.

Patricia Little Jenkins


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