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La Roseta III. La roseta por el mundo

La Roseta III. La roseta por el mundo

De sobra es conocido que los canarios hemos jugado un rol fundamental en la colonización de muchos lugares de Las Indias así como en la conformación de su identidad. Sin embargo, lo que hasta hace muy poco no sabíamos, y aún sigue siendo un asunto ajeno al conocimiento del público general, es que unos simples hilos fueran los vectores de una huella canaria casi omnipresente en América.

Las técnica de la roseta, que, como ya se ha dicho en las anteriores entregas de esta serie de artículos de dicada a la misma, fue fruto del ingenio azuzado por la necesidad de encontrar otra manera de hacer arte textil cuya base no fuera la tela, por ser un producto fuera del alcance de gran parte de la población rural de las islas.

Esta nueva técnica desembarcó en el Nuevo Mundo de mano de los emigrantes isleños, alcanzando una gran aceptación que, en muchos casos, ha llegado hasta nuestros días.

Manos de rosetera puertorriqueña sosteniendo su pique con superficie de cuero

 

Puerto Rico es, quizás, el país que más fielmente adoptó la roseta canaria. Conocida como soles de Naranjito”, por haber arraigado y haberse mantenido en dicho municipio, sigue presentando patrones muy similares a los usados aquí. También sigue elaborándose sobre un tambor o “pique”, también allá, preferiblemente con superficie de cuero.

En Venezuela, un grupo de mujeres canarias percibieron la buena acogida de las rosetas y se decidieron a fundar una escuela, taller y tienda de “soles de Maracaibo”, ciudad donde se establecieron y donde mayormente arraigó la nueva técnica. Llegaron a ser considerados símbolos de la artesanía venezolana y gozaron de un éxito arrollador entre los extranjeros que, a principios del S. XX, comenzaron a frecuentar el país bolivariano para hacer negocios con el petróleo –algo muy semejante al éxito que tuvieron las rosetas en Europa a partir de la llegada de los primeros turistas-. Sin embargo, hoy en día, los soles de Maracaibo están en serio peligro de desaparición.

Brasil quizás sea el país donde más dinamismo ha experimentado la evolución de la roseta canaria. Conocida como “renda sol” –por la forma redonda, “renda” significa “encaje” en portugués- o “renda Tenerife”, presenta motivos muy semejantes a los canarios. Sin embargo, en Brasil se prescinde del pique y se usa como soporte un aro de madera con muescas en el borde que cumplen la función de los alfileres en Canarias.

Técnica de la “renda Tenerife”. El soporte pasa a ser lígneo y las muescas en su borde remplazan a los alfileres.

Luisiana, Estados Unidos, tampoco es ajena a esta muestra del patrimonio hilado canario. Comercializada en el país hegemónico de América desde finales del S. XIX en tiendas de menaje y reputadas galerías de Nuevo Méjico y Arizona, a la roseta de origen canario se la conoce como Tenerife wheel”, es decir, “rueda de Tenerife”. En la misma región de Luisiana, en una casa construida por Vicente Núñez, descendiente de canarios, en 1840, tiene sede el Museo de los Isleños, donde pueden verse rosetas aún elaboradas por mujeres de la zona.

Paraguay es un caso paradigmático. Allí, la técnica de la roseta arraigó con fuerza, pero incorporó muchos más elementos distintivos del entorno que sus congéneres latinoamericanos. El “ñandutí” –que significa “telaraña” en guaraní- es una colorida labor textil elaborada a partir de un bastidor cuya finura le han valido ser la evolución de la roseta canaria más conocida en América.

Muchacha paraguaya mostrando su traje confeccionado con ñandutíes y el bastidor donde se elaboran.

No obstante, para regocijarnos con un reconocimiento mundial hacia la roseta, debemos atravesar el charco de vuelta y dirigirnos nada más y nada menos que a Croacia. Allí, el resultado de la roseta canaria está protegido por la UNESCO y declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

Roseta croata

Hay dos lugares en el país eslavo en el que se elaboran: la comarca de Brod Posavina, fronteriza con Bosnia-Herzegovina, y la isla de Hvar. En esta última es donde la roseta alcanza un nivel de refinamiento y elegancia sin parangón en el resto de sus congéneres. Más valor le otorga el hecho de que, además, sólo se elabora en el interior de un convento de clausura benedictino. El hilo está hecho de fibra de pitera. Es más fino y extraordinariamente sedoso y brillante. En cuanto al soporte, se usa cartón, finas láminas de materiales que sean perforables –por los alfileres- como cuero, cojines, etc.

La tradición oral nos ha hecho llegar dos explicaciones sobre la manera en que la roseta canaria llegó al país eslavo. La primera afirma que fue una monja benedictina canaria quien, destinada la isla, enseñó la técnica a las mujeres de la zona. Desde entonces, durante más de un siglo, las monjas de la congregación han pasado sus ratos confeccionando estas deslumbrantes maravillas. Y las mujeres croatas, también.

La segunda teoría cuenta que fueron unos pescadores croatas quienes llevaron a su país natal unas rosetas de Tenerife y que fueron las monjas benedictinas quienes estudiaron con todo detalle la técnica, que reprodujeron y mejoraron.

Sea como fuere, el uso tradicional que en tierras croatas se le ha dado a las rosetas ha sido la mantelería, menaje de hogar y, especialmente, en los paños decorativos de los cestos donde se portan las ofrendas del Sábado de Pascua. Con el tiempo, se han ido agregando a prendas de vestir y elementos propios de la indumentaria típica.

Darío López Estévez

Fuentes:

“La roseta de Tenerife. Origen y expansión”. (González, 2016)

Testimonio de Antonio Rodríguez Ruiz, maestro rosetero


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