Recientemente se ha despertado el interés del público por los vestigios de la tradición maderera en Tenerife a partir de la difusión de unas fotos de unos hornos de brea en los montes de Arico.
Sin embargo, no se trata de un elemento aislado… Los numerosos restos arqueológicos y construcciones en ruinas están acompañados por un sinfín de topónimos que nos retrotraen a épocas pasadas en las que por estos caminos, fornidos bueyes arrastraban centenarios pinos canarios de los que se extraía madera, tea y pez o brea. De ahí que en el mapa de la zona abunden las “vigas”, la “cera”, los “bueyes”, las “rosas” y los “aserraderos”, entre otros. Topónimos, todos ellos, que aluden claramente a la actividad económica que probablemente más personas empleó y de más vida dotó los montes fasnieros y ariqueros.
Antes de abordar el amplio campo de la toponimia de la zona, conviene realizar una pequeña prospección histórica para comprender la relevancia de la industria maderera y resinera de los montes de las otrora extensas y áridas comarcas de Agache y Abona. Si bien hoy la comarca de Agache hace referencia al área del municipio de Güímar fuera de valle homónimo, utilizaremos el topónimo con su extensión histórica, es decir, El Escobonal y Fasnia, de acuerdo con entendidos en la materia como el Dr. Días Núñez y nuestro admirado D. Octavio Rodríguez Delgado .
Basta un fugaz acercamiento a los recursos de la zona para comprender que el aprovechamiento forestal basado en el pino canario era casi la única iniciativa económica viable hace cinco siglos. Como bien reza la primera descripción del área, que data de 1516, los altos de Agache y Arico eran ya reputados por “…ser tierra muy yerma, áspera y estéril y no haber caminos y lexos…”. No en vano las comarcas de Abona y Agache fueron declaradas lugar de destierro por el Cabildo de Tenerife en 1514.
Sin embargo, la inexistencia de caminos no fue óbice para el establecimiento de la industria resinera, puesto que en 1508 se construyen los primeros hornos de brea en la comarca de Agache y que permanecerían arrendados –en ocasiones por portugueses- hasta finales del siglo siguiente; una cronología aplicable a los hornos de Arico. Según documento del Cabildo de Tenerife datado en 1515, “…en Agache (…) hay tanta y tal de tea que no para un navío sino para cien”.
A pesar de la aridez del terreno el potencial maderero de Arico y Agache era de tal envergadura, que en 1511 se comienza a exportar madera de sus montes. Se produce entonces una fiebre maderera que lleva, en 1525, a que el regidor Juan Trujillo limitara la producción de brea en la isla a la zona de Agache, y exclusivamente de pinos caídos. En 1542, ante la quema indiscriminada de los montes, el Cabildo se vio obligado a reducir a dos los hornos de brea de la isla, uno en Daute y el otro en las bandas de Agache.
Desgraciadamente, estos montes fueron esquilmados en apenas siglo y medio. La brea era necesaria para la impermeabilización o calafateado de los barcos, entre otros usos. Si bien es cierto que es posible obtener este viscoso líquido sin matar el pino, para que la producción de brea fuera rentable, era preciso cortar los árboles de cuajo. En 1582, el Cabildo de Tenerife acordó el cese del arrendamiento de los hornos, aunque se siguieron explotando de manera furtiva.
Tan pronto como en 1515, apenas 19 años tras el fin de la conquista, la rápida regresión de la masa forestal de la isla llevó al Cabildo de Tenerife a ordenar “…que ninguna persona corte ni saque madera alguna en toda esta isla, excepto en Agache, entre medio de Güímar y Abona, (…) de tal manera que de Agache se corte para sacar…” Quizás sea ésta la razón por la cual los montes la zona septentrional de Arico y Fasnia, aún hoy en día, presentan un aspecto desolador si se comparan con los pinares de las comarcas colindantes.
Ello, junto con lo aislado de la zona, desprovista de cualquier control por parte de las autoridades insulares, motivó talas masivas o “rozas”, como se dice en Canarias, que privaron a las medianías del Sureste no sólo de majestuosos pinos padre, sino también de una cobertura vegetal que reducía la erosión y mantenía la humedad del suelo, factor clave para el relleno de la cámara freática insular que surtía numerosos manantiales en la zona y que aún hoy sigue haciendo manar agua de una multitud de galerías en los altos de Fasnia y Arico. La cultura del agua en esta zona será un tema que trataremos en futuros artículos.
Vayamos en búsqueda de los ecos de la industria resinera y maderera de centurias atrás. En los altos de Arico y Fasnia, los barrancos parecen haberse parado en ese tiempo. El Barranco de la Rosa, que confluye en el de la Rosa Vieja, hace alusión a las “rozas” o “talas” con las que se desproveyó al monte de su cobertura primigenia.
Contiguamente hallamos el Barranco de las Vigas o de la Cera, en clara referencia a los troncos de pinos desbrozados y a la “cera” o “brea” que de ellos se extraía y que, curiosamente, desemboca en la playa de las Eras, azuzando la diatriba acerca del verdadero nombre del barrio; polémica que halla sustentos no poco sólidos en el hecho de que el tramo inferior de su barranco se conozca como de Las Ceras y que el camino que desemboca en el actual barrio costero proveniente de Los Roques también se haya llamado Camino de Las Ceras antaño. A unos 1260 metros de altura, en el municipio de Arico, cerca de la linde con Fasnia, hallamos la Morra de los Acerados, pero este topónimo quizás pueda tener algo que ver con la producción de cera de abeja, tan popular e histórica en Arico hasta el punto de que su escudo de armas ostenta una colmena.
Barranco la Pasada los Bueyes nos habla de los conocidos como “caminos arrastraderos”, por donde se arrastraban los pesados troncos de pinos canarios, empujados por bestias, para su procesamiento en los aserraderos, desde los cuales la madera proseguía su camino hacia los embarcaderos de Los Roques de Bentheara –Los Roques de Fasnia-, las Eras –o Las Ceras- y El Porís. Precisamente Los Aserraderos es como se conoce a una zona entre este último barranco y el de las Vigas, zona donde, no tan curiosamente, se halla la Cueva de los Carpinteros. A partir de este punto, en sentido descendente, el barranco pasa a conocerse como del Obispo.
Por si quedara alguna duda, salpican el relieve hornos, morros y morritos de brea. En Fasnia encontramos la Hoya el Horno. Y por si fuera poco evidente, más abajo, ya cerca de la costa, siguiendo los caminos que comunicaban los montes con los embarcaderos –los ya mencionados caminos arrastraderos – hallamos el Barranco de las Carretas, muy cerca de la Hoya del Arrastradero.
Hoy en día, estos montes comienzan a recuperarse del esquilme al que fueron sometidos hace ya más de 500 años. Los pinos son menudos, finos, frágiles, pero están recolonizando las tierras que un día les arrebatamos. Sigue siendo una zona árida y seca, pero con una atracción poderosa, un inhóspito paraje donde los barrancos hablan de la tea y donde, siendo conscientes de su pasado, al pasear por ellos percibiremos la fragancia emanada por tantos miles y miles de litros de resina que sus pinos sudaron una vez.
Hoy en día, los mugidos de los bueyes y los golpeteos de las hachas han sido sustituidos por el rumor del agua que, desde hace siglos, sigue fluyendo incesantemente por tajeas decenarias, pero paciencia… El ingente patrimonio hídrico de Arico y Fasnia dará para otro artículo…
Este artículo supone una extensión del publicado por el mismo autor en la revista digital Rumbo Sur, de tirada bimensual, del Centro de Inciativas Turísticas de la Comarca Sur de Tenerife (CIT Sur), publicación en la que la Asociación Profesional de Guías de Turismo tiene reservado un espacio “Los Guías también Escribimos”.
Guía de turismo de Canarias
Monitor astronómico por la Fundación Starlight
@tenerife_100_culturas
Mediante esta publicación, APIT Tenerife se hace eco de las investigaciones de sus asociados y apoya la generación de conocimiento por parte de sus guías de turismo asociados. No obstante, las opiniones vertidas por los autores de los artículos NO reflejan en modo alguno el posicionamiento de la Asociación. APIT Tenerife es una entidad apolítica, profesional e inclusiva que promueve el patrimonio canario de cualquier índole. En caso de querer aportar elementos al debate de las temáticas aquí tratadas, le invitamos a ponerse en contacto con su autor/a cuyos datos de contacto constan en la firma del artículo y en el listado de guías asociados.
Que interesante y bien escrito. Enhorabuena Darío.
El Sur! Con mayúsculas tan aparentemente reconocible y sin embargo tan desconocida su historia, felicidades por el post. Me encantó.