Al amanecer de aquel 28 de diciembre de 1731 pudiera parecer que comenzaba un día como cualquier otro en el Realejo Alto, pero posiblemente no era así para don Gabriel del Álamo Viera, que ejercía el puesto de alcalde real en esta localidad del norte de Tenerife. Estaría probablemente inquieto ante lo que podía suceder de un momento a otro. Mucho mayor debió ser la preocupación y la dificultad para su esposa doña Antonia María Clavijo, pero tras un tiempo cuya duración desconocemos y que debió ser sin duda doloroso, se precipitó el esperado acontecimiento en su habitación y el llanto de una criatura inundó la estancia. Había llegado al mundo José de Viera y Clavijo.
Efectivamente no podía ser un día cualquiera pues acababa de nacer quien, con el devenir de los años, habría de convertirse en una de las personalidades más singulares y relevantes de la historia cultural de Canarias. Aunque eso sería realmente apreciado en su justa medida muchos años después, sí puede decirse que la obra y figura de Viera fue también muy valorada en vida del escritor.
No es posible en los límites de este artículo realizar un exhaustivo y pormenorizado relato de toda su biografía pero sí se intentará trazar una semblanza de su personalidad y hacer referencia a aquellas obras que quizás son las más relevantes aportaciones que realizó al conocimiento de la historia y naturaleza de Canarias, con el objeto de contribuir a que sea un poco más conocida la persona que se encuentra tras a un nombre que nos es tan familiar.
Viera tenía menos de tres años cuando la familia se trasladó a vivir al entonces denominado Puerto de La Orotava (hoy en día Puerto de la Cruz), donde el protagonista de este texto pasó su primera juventud. Fue sin embargo en el convento de Santo Domingo en La Orotava donde cursó sus años de estudiante y donde quedó marcado el camino religioso al que dedicó luego su vida. Un rasgo de su personalidad, que ya apuntaba a la labor intelectual que realizaría más adelante, es que desde muy tierna edad mostrase afición por los libros y la lectura, y aún más que con solo catorce años escribiese una novela -Vida del Noticioso Jorge Sargo- ambientada en el Puerto de la Cruz e inspirada en la picaresca española, muy en boga en la literatura de la época.
Durante sus años de formación en el sacerdocio se vio notablemente influenciado por la lectura de los escritos del clérigo Benito Jerónimo Feijoo que le inclinaron hacia la corriente progresista de La Ilustración, alejándole de la tradición más conservadora de la iglesia católica de la época. En 1754 obtuvo las licencias de predicación y comenzó su labor oratoria. No tardó el no muy ortodoxo ni tradicional religioso en chocar con el Santo Oficio; hasta el punto de que algunos de los sermones de Viera motivaron que esta institución lo amenazase en 1756 con retirarle las licencias de predicación. Algunos años después, su elocuencia y capacidad para la oratoria lo convirtieron en el más afamado y popular predicador de Canarias.
En 1756 Viera se trasladó a La Laguna para ejercer el sacerdocio en la iglesia de Nuestra Señora de Los Remedios (futura catedral) de la que fue párroco desde 1757 hasta 1770. En la entonces capital de la isla nuestro protagonista encontró el ambiente intelectual que mejor se ajustaba a sus gustos e intereses. En efecto, casi inmediatamente entró a formar parte del círculo de la Tertulia que se reunía en la casa de don Tomás de Nava y Grimón, quinto Marqués de Villanueva del Prado; hoy en día considerada como uno de los mayores exponentes de La Ilustración en Canarias. La locuacidad, sentido del humor, cultura y capacidad para la escritura de Viera y Clavijo le permitieron brillar con luz propia e integrarse de forma excelente en el seno de este grupo cultural.
Para alguien tan aficionado a la lectura y abierto a nuevos conocimientos, la biblioteca del marqués supuso un muy gratificante hallazgo, que le permitió seguir ampliando horizontes. Sin embargo Viera quería más: en una carta que le dirige Arnoldo Von Stemford, un comerciante establecido en Tenerife, le hace referencia a un pedido de libros que aquel le había realizado y en el que se interesaba por toda la obra de Voltaire, por quien Viera sentía gran admiración. Es una muestra de que Viera tenía contacto con contrabandistas de libros y que de esta forma tuvo acceso a obras prohibidas por el Santo Oficio.
Viera es sin duda la personalidad más relevante de cuantas integraron la Tertulia de Nava; en buena parte debido a su amplia producción escrita. De entre sus muchas obras nos referiremos en particular a aquellas a las que dedicó mayor esfuerzo y que han sido notables hitos en la historia cultural de Canarias.
En 1763 empieza a escribir su gran obra «Noticia de la Historia General de las Islas de Canaria» (título original), más recientemente conocida y editada como Historia de Canarias. En este ambicioso y amplio proyecto colaboraron otros miembros de la Tertulia pero es realmente el resultado de todo el conocimiento e investigación que Viera pudo aportar en esta materia.
La imposibilidad de publicar una obra semejante en Canarias le llevó a viajar a Madrid, a donde llegó en diciembre de 1770. En esos días otro clérigo canario que realizaba la función de ayo (tutor) del hijo del marqués de Santa Cruz de Mudela, D. José Joaquín de Silva Bazán, se ve obligado a dejar el empleo. Así es como Viera establece una estrecha relación con este noble ilustrado, protector de literatos, poseedor en su casa de un laboratorio físico-químico, miembro de la Academia de la Historia, director de la Real Academia Española y muy relacionado con la corte al máximo nivel. Trata a Viera no como a un servidor sino como a un distinguido protegido y amigo. Su condición de responsable de la educación del joven Marqués del Viso, Francisco de Silva y la excelente relación con su padre, le abren a nuestro protagonista todas las puertas posibles de la intelectualidad y la alta sociedad ilustrada de la época. Todo ello hace de Viera un personaje afortunado y de biografía singular para un sacerdote canario de aquella época.
En 1772 publicó el primer tomo de su Historia de Canarias. Los otros tres siguieron en 1773, 1776 y 1784. Esta gran obra, que motivó que fuera invitado como miembro a pertenecer a la Academia de la Historia, es el primer y muy ambicioso esfuerzo realizado por dar a conocer la historia de nuestras islas, desde el análisis de todas las referencias que se tiene de ellas en la antigüedad clásica, los mitos a ella asociados, pasando por la descripción de las sociedades aborígenes canarias, los procesos de conquista y colonización y finalmente, todos los hechos y personajes sobre los que Viera consideró importante relatar hasta su época.
Otro aspecto realmente insólito en un cura canario de la época son los viajes que su relación con el marqués de Santa Cruz de Mudela y el empleo como ayo de su hijo, el marqués del Viso, le permitieron hacer. En 1777 viajó a Francia acompañando a éste último y a su esposa, para el restablecimiento de problemas de salud que la aquejaban. Tiene ocasión de visitar Bayona, Lyon y finalmente París, que maravilla a Viera y en la que se encuentra en el mejor ambiente que podía desear; a lo cual ayuda que se manejase en francés con soltura. Les acompaña el botánico José Antonio Cavanilles, con quien Viera hizo mucha amistad y que sin duda influyó en el interés de nuestro protagonista por las ciencias naturales.
Ese viaje durante el cual también visitó Flandes y Bruselas, permitió a Viera ampliar horizontes y satisfacer apetencias intelectuales. En sus visitas a la Academia de Ciencias tuvo ocasión de conocer a Benjamin Franklin y de enterarse de las investigaciones que habían sido realizadas sobre la altura del Teide. Para su satisfacción, tuvo también ocasión de conocer a su admirado Voltaire. Disfrutó también de unas becas del rey Carlos III para ampliación del conocimiento científico gracias a los cuales realizó cursos sobre gases, química, física e historia natural.
La labor de Viera como ayo o tutor en la educación del joven marqués del Viso finalizó en 1799 con su prematura muerte; sin embargo se mantuvo la amistad con su padre, a quien en 1781 acompañó en un viaje durante el cual, tras visitar algunas ciudades españolas (Zaragoza, Barcelona), tuvo Viera la oportunidad de regresar a Francia, para luego visitar Viena e Italia: Bolonia, Módena, Milán, Génova, Nápoles…Aquí disfrutó nuestro protagonista de la ocasión de conocer el Vesubio y las ruinas de Pompeya; lo cual contribuyó a aumentar su interés por la antigüedad clásica y las manifestaciones de la naturaleza.
No es posible en el espacio de este artículo enumerar y describir la amplia labor literaria de José de Viera y Clavijo. Mencionaremos en todo caso que también escribió numerosa obra en verso; con frecuencia para elogiar y dar testimonio de algún acontecimiento o determinado personaje público. También fue un consumado traductor al castellano de obras literarias francesas.
El 13 de noviembre de 1784 llegó al Puerto de La Luz Viera y Clavijo, a la edad de cincuenta y tres años, para tomar posesión del cargo de arcediano de Fuerteventura (archidiácono) en la catedral de Las Palmas (en ese momento la única para toda Canarias) que le había sido concedido dos años antes por el rey Carlos III. Se inicia así la última etapa en la vida de Viera, que ya no salió de Gran Canaria hasta el final de sus días.
Durante el último tercio del siglo dieciocho, auspiciadas por el rey Carlos III, florecen en el territorio nacional las Sociedades Económicas de Amigos del País; uno de los fenómenos más representativos de La Ilustración en España. Tienen por objeto promover el desarrollo económico, científico, cultural y fomentar el progreso en general. Desde 1785 hasta su muerte Viera estuvo muy activamente dedicado a colaborar con la de Gran Canaria, de la que fue director desde 1790.
Durante la década de los noventa de aquel siglo Viera escribió la que sería su segunda gran obra: el Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias o Índice alfabético de sus tres reinos animal, vegetal y mineral (título completo original), iniciado en 1796 y concluido en 1799, si bien el autor continuó trabajando en el texto, añadiendo novedades casi hasta su muerte . Al igual que había sido pionero en escribir el primer tratado sobre la historia de estas islas, también elaboró una obra realmente innovadora, en este caso dedicado a la naturaleza, cuyo manuscrito original se componía de trece cuadernos y un cartapacio o memoria de los géneros y especies de plantas singulares que, según Viera, solo se producen en estas islas.
Diversos avatares fueron retrasando la publicación de una obra magna que aporta una notable información descriptiva sobre la naturaleza de Canarias, además de referirse a la vegetación exótica y a plantas de interés agrícola. Fue finalmente la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria la que realizó una primera edición del Diccionario de Historia Natural entre 1866 y 1868; más de medio siglo después del fallecimiento de su autor.
Viera no dejó de estar en contacto y mantener su interés por las novedades que se producían en el mundo ilustrado. Su amigo José Antonio Cavanilles, a quien ya hemos hecho mención, le enviaba desde Paris todas las entregas de la famosa y primera Enciclopedia, así como otros libros que contribuían también a satisfacer sus apetencias intelectuales. Aunque no regresó a Tenerife, se mantuvo en contacto con su Sociedad Económica de Amigos del País y con el marqués de Villanueva del Prado, Don Alonso de Nava y Grimón a quien asesoró en relación a la creación y primera etapa del Jardín de Aclimatación de Plantas de La Orotava.
Tan fecunda existencia llegó a su final el 21 de febrero de 1813. Su hermana doña María Joaquina describió algunas semanas más tarde en una carta al citado marqués la serenidad con la que Viera, ya postrado, esperaba a la muerte durante sus últimos días, en los cuales no dejó la compañía de sus queridos libros y de la lectura, que tanta satisfacción le había proporcionado durante toda su vida. Sus días en este mundo terminaron pero su legado y la huella que dejó en la historia cultural de Canarias son inmortales.
Miguel Fernández del Castillo Andersen
Guía de Turismo de Canarias
BIBLIOGRAFÍA
HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M. Historia Popular de Canarias. La Ilustración. Centro de la Cultura Popular Canaria. La Laguna (1988). 96 pp.
VIERA Y CLAVIJO, J. Noticias de la Historia General de las Islas Canarias. Tomo I. Elías Serra Ràfols, Alejandro Cioranescu y Juan Régulo Pérez (eds.). Goya-Ediciones. Santa Cruz de Tenerife (1950). 444 pp.
De particular utilidad ha sido la Biografía realizada por D. Joaquín Blanco Montesdeoca para la introducción del primer tomo mencionado.
Existen múltiples ediciones de la Historia de Canarias escrita por Viera y Clavijo. Se menciona en este apartado bibliográfico la que ha servido de referencia en la elaboración del artículo.
VIERA Y CLAVIJO, J. Noticias de la Historia General de las Islas Canarias. Tomo II (2º y 3º). Elías Serra Ràfols, Alejandro Cioranescu y Juan Régulo Pérez (eds.). Goya-Ediciones. Santa Cruz de Tenerife (1950). 821 pp.
VIERA Y CLAVIJO, J. Noticias de la Historia General de las Islas Canarias. Tomo III (4º). Elías Serra Ràfols, Alejandro Cioranescu y Juan Régulo Pérez (eds.). Goya-Ediciones. Santa Cruz de Tenerife (1950). 597 pp.
VIERA Y CLAVIJO, J. Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias. Vol 1 (A-G). Cristobal Corrales y Dolores Corbella (eds.). Ediciones Idea (2014). Santa Cruz de Tenerife. 649 pp.
VIERA Y CLAVIJO, J. Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias. Vol 2 (H-Z). Cristobal Corrales y Dolores Corbella (eds.). Ediciones Idea (2014). Santa Cruz de Tenerife. 692 pp.
VIERA Y CLAVIJO, J. Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias o Indice Alfabético Descriptivo de sus Tres Reinos, Animal, Vegetal y Mineral. Nicolás González Lemus, editor. Nivaria Ediciones (2004). Santa Cruz de Tenerife. 639 pp.
Foto de Portada: Museos de Tenerife CEDOCAM
Resto de fotos: Miguel Fernández del Castillo Andersen
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