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La piratería en Canarias

La piratería en Canarias

Ya con anterioridad a la conquista de Canarias, los piratas acudían a las Islas en busca de personas para venderlas como esclavos, posteriormente, durante el inicio del expansionismo europeo, el atractivo de las Islas como lugar de paso en las rutas comerciales que bordeaban África alentó a su conquista a principios del siglo XV. El fin de la conquista del archipiélago coincide con el inicio de la colonización de América, lo que convirtió a Canarias en un puente comercial estratégico y aumentó el interés de los piratas en las Islas.

Dos factores influyeron en el gran número de ataques de piratas y corsarios al archipiélago, llegando a ser considerado por algunos catedráticos como el gran escenario de la piratería a nivel mundial. El primero, la gran cantidad de riquezas que provenían del “Nuevo Mundo”. El segundo, la lejanía entre el centro del Imperio español y las islas, daban cierta vulnerabilidad a los puertos canarios. La tercera razón fueron las riñas entre España, Portugal, Holanda y Francia por competir por el territorio americano, lo que dio lugar a las patentes de corso, una licencia concedida por algunos países a piratas para ejercer la piratería bajo la bandera de dicho país, contra sus enemigos.

La actividad pirática que había empezado como secuestro de personas para ser vendidas como esclavos, continuó con el asalto a los navíos que recalaban en las Islas de regreso desde América y termina en la primera década del siglo XIX.

Aunque los piratas preferían abordar barcos y huir con sus rápidos navíos, las riquezas de los puertos Canarios eran demasiado tentadoras para dejarlas escapar, lo que provocó la militarización de las defensas en los puertos de las Islas, además de procurar asentar a las principales poblaciones lejos de los puertos, como sucedió con San Cristóbal de La Laguna.

Los primeros piratas en atacar Tenerife tras la conquista, eran de origen francés, destacando Nicolas Durand de Villegaignon.

El reinado de Felipe II estuvo marcado por una gran rivalidad anglo-española, en concreto tras la muerte de su esposa María Tudor. Canarias no quedó exenta de dicha rivalidad; de hecho, los ataques se sucedían con tal frecuencia que fue necesario reforzar las defensas y levantar torres y castillos, muchos de ellos siguen hoy en pie, incluso como museos.

En esta época destacan los ataques de Drake, Blake, John Hawkins y Nelson. El ataque del almirante Nelson al puerto de Santa Cruz de Tenerife, el 25 de julio de 1797, tuvo una especial relevancia política, ya que España y Francia eran aliadas en la guerra contra Inglaterra y había destinado efectivos a Tenerife. Las tropas canarias hicieron que el almirante inglés se viese obligado a retirarse tras perder un brazo en la contienda, además de parte de sus marinos y sus banderas.

Tras la contienda, los tres países involucrados firmaron un tratado en el que tanto ingleses como franceses se comprometieron a no volver a intentar invadir el archipiélago. La derrota de Nelson se considera el inicio de la finalización de la piratería en Canarias.

De entre los piratas holandeses que atacaron Canarias, el más famoso fue Pieter van der Does, quien fue responsable del cruento ataque a la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria; además aprovechó la incursión en Gran Canaria, para atacar los puertos de San Sebastián de La Gomera y Santa Cruz de La Palma.

La gran actividad pirática en las islas tuvo efectos económicos, por un lado los canarios tuvieron que costear la mejora de las defensas, formar gratuitamente parte de las milicias para repeler estos ataques, a la vez que pagaban por las armas para defenderse, y también tuvieron que hacer frente a los bloqueos comerciales que hacían los navíos de corsarios con la intención de sitiar las islas y perjudicar a su economía. Sin embargo, no se puede ignorar que algunos comerciantes que residían en las islas se beneficiaron del comercio clandestino con los piratas.

Otra manera en la que influyó la piratería en Canarias, fue que algunos canarios acabaron convertidos en piratas o corsarios. De entre ellos destaca el corsario Amaro Pargo (su verdadero nombre era Amaro Rodríguez Felipe y Tejera Machado), tinerfeño que se labró una gran popularidad en el mar Caribe por atacar a todo navío inglés y holandés con el que se topaba, de camino a realizar sus negocios en Cuba.

De creencia católica, realizó donaciones a conventos, iglesias, instituciones religiosas… fue Masón alcanzando el grado de “Compañero”. Pese a prohibir tajantemente la entrada de mujeres a sus barcos, se le conoció, al menos, una amante, llamada doña Josefa Mª. También es de sobra conocida, su amistad con Sor Mª de Jesús, apodada “La Siervita de Dios”, una conocida hermana dominica de Tenerife.

Otro pirata de origen canario fue Alí Arraez, bautizado como Simón Romero y natural de la isla de Gran Canaria. Fue capturado durante uno de los ataques en los que participó de joven, como resultado fue vendido en Argel y se dedicó a la actividad corsaria, de la que obtuvo beneficios suficientes para comprar su libertad y ascendió a Almirante de la Armada Argelina. Consiguió fama debido a su extraño comportamiento, pese a atacar (entre otras) a las costas canarias, Alí ayudaba a los cautivos a sobrellevar su esclavitud y, cuando era posible, a alcanzar su libertad

Así pues, al hablar de la piratería en Canarias, es importante tener en cuenta no sólo a los piratas que atacaron al archipiélago, sino también a aquellos canarios que ejercieron como corsarios y piratas en nuestras aguas y fuera de ellas.

Laura Palmer Marrero

 


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